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 Los alimentos y su doble funcion: necesidad y simbolo

1) LOS ALIMENTOS Y LA MADRE
   
Solemos escuchar, entre los tiernos reproches de las madres: "el nene no me come". No dice: "el nene no come",porque en la adjudicación "me" que ella se hace, indicando aquello con que el nene se alimenta, refiere no sólo a que es ella quien le hace la comida, sino a que en un período infantil, ella misma, su leche, era la comida del niño.

Poniéndonos en el lugar del pequeño, que nada sabe del mundo, ni del pensamiento, ni del lenguaje, y al que podemos considerar como un pequeño animalito, su vivencia al tomar el pecho, es que "todo eso" es comida. En un momento posterior reconocerá en ello el pecho de su madre y a su madre misma como una persona diferente a él. Pero esta comprensión futura en nada afecta que esa vivencia quede inscripta en su psiquismo conforme esa primitiva percepción que recibió. Lo percibido se perdió, pero quedó su huella mnémica.

Recordemos que en el momento inicial, esa pequeña vida era sostenida por un único deseo: el de la madre. En ese momento ambos constituían una unidad narcicística, porque había ese único deseo sosteniendo la vida del niño. Desde el niño no había nada fuera de "eso" que conformaba con su madre. Pero es así también desde la madre, hasta tanto ella "mire" afuera, desee otra cosa. En esta disposición materna reside la poderosa intuición que le permite darse cuenta lo que ocurre con el niño aunque el niño no se queje, o aun, saber de qué se queja aunque no hable, y más todavía, darse cuenta qué le pasa aunque no esté. Ella lo sabe porque él es parte de ella, es decir, de ese único deseo.

Cuando ella dice: "el nene no me come", este giro involuntario y, desde la realidad actual, casi cómico, responde a la pervivencia de ese período infantil en que el niño la comía a ella y en el mismo gesto, ella se alimentaba a sí misma.

Quizás a esta altura de nuestra conversación, no debería sorprendernos que los primitivos estadíos psíquicos conviven con los tiempos posteriores, ya que, a diferencia de otros órdenes del conocimiento, en lo psíquico todo permanece aun aquello que se transformó.  No sólo permanecen esas primitivas formaciones, sino que son las más vigorosas adquisiciones del psiquismo, prestas a resurgir por los caminos de la regresión temporal cuando, por las circunstancias que fueran, las posteriores adquisiciones - propias de la madurez-, sufren perturbaciones.  Reaparecen entonces las primitivas estructuras psíquicas en un tiempo inapropiado para su funcionalidad actual, como síntomas, o directamente como enfermedad. Más aun, conviven en nosotros todos los tiempos psíquicos que encuentran, como modos de expresión, disfraces en los que logran manifestarse sin que lo percibamos. Ejemplo de ello son los sueños, en que nuestros deseos infantiles, aquellos que por inconscientes consideramos totalmente superados, afloran con las deformaciones que la censura inconsciente le impone, para realizarse alucinatoriamente.
Estas alucinaciones en que esos deseos infantiles se expresan y realizan, son precisamente los sueños.
     
Así, cuando aun siendo adultos, escuchamos de nuestra madre esa queja, referida incluso a nosotros mismos, en su boca habla también ese tiempo de nuestra vida infantil. Quiero decir que el crecimiento cronológico no tiene el poder para hacer que ella, la madre vieja, cese totalmente en su primitiva función. Función, es menester recordarlo, que se mantiene viva en nuestro psiquismo, si bien ajena, por inconsciente y reprimida, a nuestra consciencia. Viva, es que mantiene una tendencia a ese reencuentro en cada oportunidad que se muestra propicia para ello. Por ello es que, sin notarlo, solemos reeditar esa modalidad de relacionarnos con los seres más cercanos, por ser ese el primitivo y más fuerte modelo psíquico que padecemos y por ser esa búsqueda la que motoriza nuestro deseo inconsciente. Así, es muy frecuente encontrar que los matrimonios, con el transcurso del tiempo, materializan esa tendencia en su forma de convivencia, en que muestran que ella lo trata a él como si fuera su hijo, y él a ella como si fuera su madre.

2) MATRIMONIO Y CONVIVENCIA

Es habitual que durante los noviazgos que culminan en matrimonio, se haya generado una intensa corriente amorosa entre los novios. También es habitual que la frecuencia de los encuentros entre los novios, no supere los períodos de  ausencia. No conviven, se ven lo más que pueden, aun todos los días, pero un ratito cada vez. Entonces cuando se encuentran, suelen estar impecables y sorprenderse recíprocamente con nuevas ropas, presentes, maquillajes. Esas ausencias son, en gran medida, el hado que colabora en que la llama del amor y del deseo se matenga con sus fuegos.

La feliz culminación, el matrimonio, inaugura la convivencia.

Al comienzo son tal para cual, y esa ilusión suele provocar que ambos se retraigan de los mundos que cada uno tenía antes de casarse. Se abandonan amistades, inquietudes culturales, actividades deportivas, estudios que se cursaban y, en casos extremos, hasta el mismo trabajo.

Durante el tiempo de la pasión inicial esta actitud no es sorprendente. Pero luego, cuando lo sorprendente de la convivencia ya no asombra y se llega, en gran medida, a incorporársela como hábito, si esa retracción de sus mundos respectivos se mantiene, acontece un achicamiento al solo y único mundo que ambos conforman. El mundo de la vida cotidiana transforma lo que pudo haber habido de espontáneo, en rutinas y ceremonias, horarios, sobreentendidos, palabras ceremoniales donde cada uno sabe qué le habrá de contestar el otro cuando diga tal cosa en tal situación. La comida se instala como rito casi sagrado, en que ella llega a conocer los gustos de él más que su madre. Cuando la rutina está instalada y todo está ya instituido y la seguridad anhelada es una realidad, vuelven a esa situación en que habían sido uno y en que único era el deseo, por lo cual ese encuentro de deseos que generó esa unión, ha muerto.

El primer drama serio es ante el embarazo, en que ella retráe ese interés exclusivo hacia él, para depositarlo en su cuerpo, como suele ocurrir con toda embarazada.

El proceso del embarazo los encuentra a ambos en funcición de ella y él acusa este abandono. El sigue aportando puntualmente el dinero que obtiene de su trabajo, y ella, con algunas distracciones que a él le irritan, le sigue preparando la comida o controlando que se la hagan con los cuidados de sus gustos.

3) EL NACIMIENTO DE LOS HIJOS

Durante todo el período inmediato al nacimiento, ella es de su hijo en forma exclusiva, y ésta es la primera interrupción en la relación con él.

Así como ella había establecido con él una relación especular sin darse cuenta, ahora se establece esta relación entre ella y su hijo. El, a pesar de la ternura o de algunos sentimientos que le llega a inspirar su propio hijo -en que él suele estar identificado con ella-, es un manojo de celos, que con frecuencia se disfrazan con una actividad desbordante y manifestaciones grandilocuentes sobre proyectos con el recién nacido. El nacimiento le ha valido un prolongado período de abstinencia genital, que a veces se llega a exagerar comenzándoselo en los primeros meses del embarazo.  Cuando antes ella parecía no vivir sino para él, ahora de ella no recibe casi gestos y además sus reclamos y demandas se intensifican, y para colmo en función del recién llegado.

En estos períodos se precipitan muchas crisis matrimoniales que llegan a desencadenarse en divorcios. Crisis que no se llegan a resolver porque ella no deja de permanecer embobada con su hijo, es decir, porque él no puede volver a erigirse en objeto del deseo de ella:
     Sea porque él no puede con sus celos, en cuyo caso le demanda a ella que esté sólo con él y no con el niño.
     Sea porque ella no admita más que una relación dual, esto es, que haya un déficit en la función paterna de ella -que es la encargada de interrumpir esa relación dual entre madre e hijo-.

Ambos caminos, y los muchos otros que podamos imaginar, conducen a ROMA, que es el exacto revés de la palabra AMOR.
Y si no hay diferenciación que permita la convivencia de varias relaciones que no se  excluyan, hay hostilidad permanente, ya que no llega a constituirse padre alguno. No hay terceridad sino guerra de todos contra todos por el amor exclusivo de la madre. Función, la de la madre, que a veces le toca a uno, a veces a otro, y en general, a ella. Es una serie de relaciones donde sólo hay lugar para dos, y por ello siempre hay alguien que queda afuera luchando por entrar contra algunos de los que están, para ocupar su lugar.

Los posteriores nacimientos, cuando los hay, son una ilusión que pronto desilusionan, ya que son productos de embarazos que suelen acontecer como prenda de paz en medio mismo de la masacre, de la lucha despiadada por ese amor que sólo a uno puede corresponder. Al nuevo nacimiento se le suman los celos hacia el nuevo hijo por parte de quienes ya están. En esta situación, ella, a quien todos le reclaman de manera exclusiva -manera en que también ella está acostumbrada a reclamar-, está permanentemente alterada, como si tuviera que ser tantas como personas hay en su familia.

4) RUPTURA DE LA RELACION

Cuando se produce la separación de este tipo de matrimonios, ambos son un manojo de odio. Son las maneras que adquieren los celos que generan esta modalidad de convivencia. Ella se refugia en los hijos y él acusa el abandono...como un hijo más. El se venga de este abandono, retaceando el pago de los alimentos e intentando defraudarla con la distribución de los bienes o en la forma que pueda para retribuir su dolor con dolor. Ella acusa ese dolor de ese hijo -su ex marido- que no le brinda el amparo que ella siempre esperó de su madre -ya que ahora ella misma es hija desamparada de alimentos-.

Concierto de ciegos, sordos y mudos, donde la gran caida es aquello que de esa unión no pudo surgir: un padre. Sea en ella, en él, en alguno de ellos, como para llevar la ley de las diferencias a esa familia que, sin padre, todo es relación entre una madre y su hijo que cada uno de ellos fue y que no deja de repetir.

5) LA INTERVENCION DEL JUZGADOR Y EL ABOGADO

Las crisis familiares como la descripta, requieren un doble cambio en sus integrantes adultos:
     Que él se haga hombre abandonando el lugar infantil que en la relación con ella tenía reservado;
     Que ella deje crecer a sus hijos, esto es, tener un padre.
     
Todos tienen madre, pero para que él sea hombre y ella mujer, deberá fundarse en esta familia destruida, un padre como función.

Es evidente que al abogado no le corresponde la tarea de curar a su cliente, ya que no tiene formación para hacerlo, pero sí puede y debe aportar al consultante un principio de realidad, que incide en un mejoramiento del conjunto familiar. Para ello el abogado no puede desempeñar su tarea en soledad. Por el contrario, debe aceptar formar parte de un sistema institucional, que es la única posibilidad de que su acción tenga peso y potencia. Este sistema institucional es el Poder Judicial.

Con el respaldo del Tribunal, el profesional mismo está contenido como para sostener el diálogo que habrá de tener con su cliente y también con la otra parte y su abogado. Se transforma de este modo en un operario de una intervención social, en el seno de una familia en crisis. Intervención cuyo objetivo será el llevar la ley a un  ámbito, la familia, en que la ley de las diferencias se encuentra perturbada. "Llevar" no habremos de entenderlo como traer de afuera una fórmula, sino la de crear una pauta del intercambio que contemple las singularidades de ese núcleo humano, a partir de las obligaciones y derechos que, de modo general, establece la ley jurídica.

Fuera de este marco organizativo, que en nuestros días es el Tribunal, toda comprensión y buena voluntad que tenga el abogado en el desempeño de su tarea, son insuficientes.

El abogado en su trabajo debe realizar un doble reconocimiento:
    Por un lado al Tribunal, que ante él debe estar prestigiado, como para transmitir este prestigio al consultante. Mostrarle que tras él hay un poder capaz de comprender, resolver algunas de las situaciones que le preocupan, y obligarle a cumplir lo que es indispensable que cumpla. Es decir, que hay inteligencia, bondad y energía.

Debe asimismo reconocer no sólo los intereses que su cliente le manifiesta como el motivo de la consulta, sino, fundamentalmente, la situación por la que está atravesando el conjunto familiar de su cliente. Cómo se llega a enterar el abogado del transfondo familiar?  Por la palabra misma de su cliente, no sólo por lo que pide al abogado que haga, sino por lo que al pedir le dice sin darse cuenta, esto es, inconscientemente, y aun como confidencias que el profesional suele considerar de escaso valor para el plateo jurídico que el consultante propone.  Escuchando se puede enterar más de lo que el cliente, obnubilado por la crisis, llega a saber de sí mismo y de su cónyuge e hijos.

El abogado es para su cliente, no sólo la posibilidad de la acción contundente, potencial instrumento de la venganza o bien de la justicia, sino un interlocutor. Una palabra calificada que es capaz de clarificar, como mínimo, qué es la ley y qué es lo justo en la situación que el cliente está padeciendo. No es una cuestión exclusivamente patrimonial la que está en juego, es un problema de orden afectivo, vital. Por ello, el abogado debe ser un navegante de las tormentas del alma, ser varón y ser mujer en su sensbilidad, saber brillar cuando hacerlo es conveniente, saber callar con disimulo cuando su silencio es lo que a su cliente y aun a la otra parte le puede llevar a reconocer por su propia palabra, la situación que padece y quizás su solución.

No se sabe de antemano cuál es la acción o el gesto o la palabra que habrá de llevar tranquilidad al seno de esos  vendavales de pasiones, de hambre y de locura, que la crisis familiar desencadena.

A veces dejarse llevar para comprender.

Otras el arrojo de la palabra.

Otras más ser capaz de mostrar que hay un cálculo posible de las acciones futuras.

Saber que el tiempo suele jugar en contra y también a favor.

Comprender que en medio del caos y las tormentas, suelen encontrarse las almas más sublimes en estado irreconocibles.

Saber que aquello que hoy se ve y que invade totalmente la percepción, también pasará, pero no solo, sino con acciones, a veces tenues, otras con energía.

Saber, finalmente, que la fuerza del amor, estoy hablando de los hijos, son más poderosas que las del odio. Prueba de ello es que luego de cientos de miles de años de masacres e injusticias, la vida humana permanece.

6) POSIBILIDAD SIMBOLICA DE LOS ALIMENTOS Y EL TRABAJO

La palabra "alimentos", dicha por una madre cuando está dando el pecho a su hijo, es esa  leche que para el niño es la posibilidad de no morir. Pero sabemos que un sentido no agota una palabra. Alimentos es también, en el derecho, la cuota en dinero que el cónyuge que trabaja, le entrega periódicamente a quien no lo hace, y que normalmente está a cargo de la
crianza de los hijos.

Alimentos entonces es también, una suma de dinero periódica.  Que sea periódica y que sea una magnitud determinada, permite al cónyuge que la percibe, calcular el futuro."Puedo comprar tales y cuales cosas, sacar un crédito hasta tanto dinero para tener la secadora de ropa.  Puedo ahorrar un mínimo importe mensual para hacer frente a las reparciones periódicas de la casa".  En definitiva, la persona puede hacer un proyecto que no depende de sentir hambre para ir a buscar comida, sentir frío para ir a buscar abrigo, sentirse enferma para ir a buscar medicación.  Esto pasa con los animales, no con los humanos, que podemos prever en pleno verano, que en el invierno necesitaremos abrigo y ya empezar a ahorrar para comprarlo.  Cuando el marido que se separa se venga de ella con el retacéo de la cuota alimentaria, ella deja de calcular y le pasa lo que les pasa a los animales: no puede pensar. La vuelve loca y enloquece, por su locura, a sus hijos a cargo de ella. Así, él con su venganza, ataca su propia paternidad, ya que hijos locos, son hijos sin padre y padre, como venimos insistiendo, es la posibilidad de la ley. La palabra.

Cuando la cuota alimentaria se cumple, pero es sólo para los hijos, y ella no trabaja, o bien los recursos de su trabajo no le alcanzan para cubrir sus propios gastos, ella usa parte de los alimentos para su propia subsistencia.

En esta situación, ese símbolo que vemos representa la cuota alimentaria, resulta perturbado en sus posibilidades. Estas posibilidades son la de discernir entre la madre y el niño, para que los niños crezcan, y que es cuando decimos que hay padre, hay ley, hay palabra.

Si a ella no le alcanza, y habiendo en cada uno de nosotros una tendencia inconsciente hacia esa situación primitiva donde con nuestra madre eramos uno, ella tiene todo facilitado para materializar dicha tendencia. Más aun, está justificado por la misma necesidad de su subsistencia, que es la condición indispensable para la vida de sus hijos.

Al usar para ella los alimentos de sus hijos, se está indiscriminando de ellos. En el plano simbólico, es cierto, pero en esta situación se puede hacer jugar el símbolo a favor. Cómo sería? Reconociéndo una parte de esa cuota alimentaria a ella. Qué parte de la cuota? La que ella viene usando de esa manera. No se trata entonces de un aumento de la cuota, sino de agregar a lo pactado una nueva palabra que haga símbolo de esa situación que se daba de hecho.

Cuando la cuota alimentaria no se puede cumplir porque él no quiere, no puede, o ha muerto; o bien, cuando su importe resulta insuficiente, la única solución es el trabajo. Más aun, es una presencia conveniente aun cuando la cuota alimentaria resulte suficiente.

Es el trabajo el que da la medida social del dinero, ya que si bien en la esfera familiar su uso permite un cálculo del futuro, es en el medio social donde circula por una medida que representa el esfuerzo donde el hombre suspende su deseo para transformarlo en un producto ajeno a él.  Es decir, donde el productor no es quien se apropia del producto, porque ingresa a la circulación.

Experiencia fundamental para la mujer cuyo producto primitivo, los hijos, se verán dimensionados con ese registro social de los productos del trabajo, cuya experiencia milenaria, hasta ayer, la vino forjando el varón.

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